Como responsable de una industria de índole alimentaria pienso que sería necesario una restauración de los acabados de nuestra industria para mejorar las condiciones sanitarias- pasar las famosas auditorias-y además me gustaría un punto de mejora estética a nuestra industria.
Me pongo manos a la obra. Empiezo por poner la palabra “pavimentos” en google.
Éste, por lo pronto, me devuelve cinco millones de inputs .Tranquilo! tal y como explican las estadísticas no pasaré de la quinta página, por lo que me quedo con unos dos millones de inputs dispuestos a resolver mis dudas al respecto.
La primera duda que me planteo delante del navegador es qué material necesitamos, ¿cuál es mejor? y a pesar de que el material es de suma importancia, la pregunta sobre qué material debemos utilizar es la última pregunta que debería estar realizándome. Esto último, claro está, lo aprendí más tarde.
Veamos, alejémonos un poco del navegador y cojamos lápiz y papel.
Cuando digo que quiero sanear nuestra industria, dando un punto de estética que propicie la agradable sensación de mostrar nuestro lugar de trabajo a terceros en realidad estoy queriendo muchas cosas a la vez.
Por un lado estoy pidiendo un pavimento sanitario: sin juntas, continuo, que no sea absorbente, impermeable y que se limpie fácilmente. Le pido también seguridad, que sea antideslizante y durabilidad a los avatares diarios propios de la actividad. Por último, espero que todo lo anteriormente expuesto sea viable económicamente hablando.
Empiezo a dibujar una tabla, por lo que cierro el google y abro mejor el Excel.
Puedo preguntarme qué nivel de sanidad en realidad preciso. No es lo mismo una sala blanca que un almacén para cartón, al primero pediré a los materiales que tengan contacto alimentario directo (es decir que no migren) y que a poder ser no haya proliferación microbiológica. Al segundo, en cambio, le pediré un recubrimiento que evite la producción de polvo.
Si analizo la seguridad de una zona de trabajo, no es lo mismo si se trata de una zona húmeda o una zona seca. ¡Debo asegurarme que nadie resbale!
Si tengo en cuenta los productos químicos con los que trabajamos y las distintas temperaturas de proceso, ¿a qué costes de mantenimiento me enfrento? y ahora que lo pienso, ¿debo parar la producción? ¿Cuantos días?
Muy bien, la duda está servida. Ahora sí que es el momento de preguntarme qué sistema es capaz de cubrir todas mis exigencias. Vuelvo a abrir el google y tecleo sistemas sanitarios industriales y esta vez el google devuelve un millón de inputs. ¡Bien vamos mejorando!
Analizo otra vez las cinco primeras páginas y descubro que las diferencias entre ellos no son tan significativas. Quizá el metacrilato de metilo es más resistente a ácidos y bases que los epoxis y poliuretanos, pero a su vez los pavimentos a base de poliuretano son más resistentes a disolventes que los de metacrilato de metilo. Puede que los pavimentos de PU ofrezcan una estética más brillante en sus acabados pero amarillean antes que otros…
Apunto algunos teléfonos y empiezo a contactar con empresas especializadas. Me entrevisto con algunos de ellas y les pido presupuesto.
Finalmente llego a la conclusión que bien aplicado cualquier material es bueno (con sus virtudes y defectos) y que quizá lo más importante es poder confiar en profesionales con capacidad para entender lo que realmente necesito y disponer del material que mejor respuesta de a los requerimientos que la industria plantea.
Duda resuelta, lección aprendida.