El teólogo suizo Karl Barth dijo en su día que un sermón había que prepararlo con la biblia en una mano y el periódico en la otra.
A lo largo de mi formación -mayoritariamente de índole católica- escuché varias veces este consejo sin verle utilidad alguna, la verdad, pero que a raíz de la nueva directiva europea del doce de diciembre me vino de nuevo a la cabeza.
Vayamos por partes, en primer lugar diré que soy técnico superior en prevención de riesgos laborales (PRL). Lo de superior léase no en términos pretenciosos, sino como la ley nos define a los que nos dedicamos con mayor responsabilidad a evitar cualquier accidente laboral o enfermedad profesional a toda costa. La coletilla de “a toda costa” tampoco aquí es en vano teniendo en cuenta que como sanción, los técnicos, nos exponemos a años de cárcel por mala praxis. Perdonen que sea tan puntillosa, aquí dejo las definiciones, entiendan que son muchos años de experiencia y no acabaría nunca con las coletillas que he ido encontrando en esta profesión.
En segundo lugar diré que la directiva a la que antes me refiero versa sobre la exposición de los trabajadores contra los riesgos relacionados con la exposición a agentes carcinogénicos o mutágenos durante el trabajo. Concretamente el punto que ataca mi “superior” responsabilidad laboral hace referencia al polvo.
De todos los riesgos habidos y por haber que pueden enumerarse, describirse e incluso analizarse durante la elaboración de pavimentos industriales los más complicados de prevenir son aquellos que no se ven, entre ellos el polvo.
El polvo común, denominado químicamente como dióxido de sílice, tiene un componente denominado sílice cristalina y es cancerígena.
A esta afirmación ha llegado la unión europea procedente de establecer a partir de información disponible, incluidos datos científicos y técnicos un valor límite para el polvo respirable de sílice cristalina.
Es decir, que las empresas nos vemos obligadas a analizar el polvo ambiental, ese que no mancha y no se ve, para determinar si existe alguna fracción mala que afecte directamente y de manera grave a la salud de nuestros trabajadores.
Como comprenderán, cuando se trata de una empresa como la nuestra con varios equipos de trabajo que se desplazan continuamente y se establecen centros de trabajos en distintas zonas e industrias resulta complicadísimo medir a priori cualquier ambiente en el que vayamos a trabajar; por lo que no nos queda otra que recurrir a los EPIs. Acrónimo de Equipos de protección Individual que en este caso se traduce en entregar a nuestros trabajadores una máscara buco nasal con filtro de carbono activo.
Si bien hasta aquí podrían decirme que asunto resuelto y que a qué viene la frase con la que iniciaba el artículo de este blog. Pues bien, viene a que el asunto no acaba aquí ya que debo asegurarme que usen la máscara que les entrego y para ello, ya que no puedo estar en plan voyerista, debo convencer sobre importancia de su uso. Aquí mi sermón.
Mis conocimientos bíblicos y teológicos son muy limitados, la única frase bíblica que me viene a la cabeza es la del Génesis a la que con la nueva directiva de por medio me quedaría algo así como “polvo eres y a polvo volverás porqué sin la máscara por el polvo morirás”. ¿Qué tal?
Seguramente me tilden de simple e irreverente. No digo que sin razón pero si cala, bienvenido sea ya que la palabra cancerígeno no es moco de pavo.
Por suerte Wesdurlan, la empresa en la que ejerzo de técnico “superior”, es una empresa muy concienzuda con la prevención real- existe otra que es la documental que aunque también la usamos no aporta mucho en este caso- y por ello en la empresa no sólo me permitirán la frase y el sermón, sino que además destinarán recursos a evitar en la medida de lo posible la presencia de sílice cristalina en nuestro lugar de trabajo.
Así es, Wesdurlan es de las pocas empresas que ha optado por trabajar con áridos Dust Free, libres de polvo; es decir que no superen los límites ambientales establecidos según la nueva directiva y en consonancia con el NEPSI. (The European Network on Silica); salvaguardando así tanto la salud de sus trabajadores como de los gremios próximos a nuestro lugar de trabajo. Pocos sermones caben cuando las acciones hablan por sí mismas.